Salvo que te dediques a ello profesionalmente y, además, te cueste mucho desconectar en vacaciones, lo más probable es cuando estés frente al Coliseo Romano, la Torre Eiffel o el Palacio Real, no pienses en cuál sería su valor de tasación al tratarse de bienes de interés cultural. Pero es un tema interesante, desde varias perspectivas, tanto económicas como culturales.
¿Qué es un inmueble singular o de patrimonio cultural?
Aunque en principio pueda parecer un planteamiento puramente teórico, los inmuebles singulares, monumentos o bienes de interés cultural pueden necesitar definir su valor económico, por múltiples razones. Antes de entrar en esa valoración, dediquemos algo de tiempo a las definiciones.
Por supuesto, la categoría de Bien de Interés Cultural (BIC) es más extensa que las anteriores; regulada por la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, cubre monumentos, jardines, conjuntos y sitios históricos, así como zonas arqueológicas. Los inmuebles singulares, por su parte, pueden o no ser edificios históricos; un centro logístico o un aeropuerto, por ejemplo, pueden ser propiedades inmobiliarias singulares, aunque a los turistas no les guste especialmente pasar tiempo en ellos. En realidad, inmueble singular (como, desde cierto punto de vista, “monumento”) es una categoría subjetiva.
En este post vamos a centrarnos en el valor de tasación de inmuebles con un claro valor patrimonial, artístico o cultural. Los llamaremos “edificios históricos”.
Principales variables en la tasación de Bienes de Interés Cultural
Los valores diferenciales de estos inmuebles son obvios (resistimos la tentación de decir que “saltan a la vista”). Pero quizás los elementos distintivos a la hora de realizar una tasación no lo sean tanto. Podríamos citar, entre otros:
- Construcción: las técnicas y materiales empleados están muy lejos de ser “estándar”.
- Valor catastral: de nuevo, los procedimientos generales para definirlo no son aplicables.
- Ampliaciones y anexos tienen una especial importancia en la tasación: la calidad arquitectónica y el estado de conservación de la parte más antigua del inmueble tendrá una consideración diferencial. Al contrario, si necesita una restauración significativa, esta influirá negativamente en la tasación.
Otros criterios, como la finalidad de la valoración (venta, préstamo, herencia), el uso y polivalencia del edificio (¿puede adaptarse a diferentes funciones?), su confortabilidad, incluso variables como la eficiencia energética o la accesibilidad (y las posibilidades de mejora o adaptación del inmueble a las exigencias actuales) pueden marcar diferencias.
Además, los edificios históricos siempre tendrán un “valor tangible”, pero también un “intangible”: su simbolismo, los hechos históricos acontecidos en él, etc.
Todo esto hace que sea necesario desarrollar procedimientos ex profeso, especialmente detallados y minuciosos, a los que también afectan múltiples consideraciones legales.
Proceso de tasación de monumentos e inmuebles históricos
El proceso de tasación de inmuebles históricos singulares incluye varias etapas, desde la inspección física del inmueble hasta la evaluación de su estado de conservación y la consideración de su valor histórico y cultural. Además, se deben tener en cuenta las normativas locales y nacionales que afectan a estos bienes, por lo que la documentación juega un papel crucial.
En la actualidad, la tecnología juega también un papel cada vez más importante. Herramientas como el escaneo 3D y los sistemas de información geográfica (GIS) permiten realizar evaluaciones más precisas y detalladas. Además, el uso de bases de datos digitales facilita la gestión y conservación de la documentación relacionada con estos bienes.
Tasación y Patrimonio Histórico: una relación necesaria
En definitiva, la tasación de edificios históricos e inmuebles singulares es un proceso complejo que requiere conocimientos técnicos y legales específicos. Y no solo estamos hablando de un tema económico; la correcta tasación de estos bienes es esencial para su conservación y para garantizar que se valoren adecuadamente en el mercado, cuando sea interesante o recomendable su comercialización.
No queremos terminar el post sin tratar precisamente este tema y ya de paso, recomendar una lectura de verano. Porque, históricamente, a dicha conservación no se le ha prestado la atención adecuada en nuestro país. En El autoexpolio del patrimonio español, de José María Sadia, podemos encontrar todo un catálogo de horrores: una portada de una iglesia románica utilizada como puerta de garaje o un patio renacentista malvendido por deudas de juego. Eran otros tiempos, por supuesto, pero conviene recordar los errores del pasado para no repetirlos en el futuro. Con un William Randolph Hearst ya tenemos bastante.
Una tasación inmobiliaria profesional, completa, minuciosa y ajustada a criterios actuales de los edificios históricos de nuestro patrimonio cultural es, también, una de las mejores formas de conservarlo. Las cifras no regulan el cariño que sentimos por los monumentos de nuestras ciudades, ni determinan la conexión emocional que sentimos con ellos, pero complementar ese valor intangible con cifras concretas sí puede ayudar a que todos, ciudadanos e instituciones, comprendamos mucho mejor lo únicos que son.